El Estadio Municipal de Butarque celebró su cuarto de siglo con el Leganés resistiendo ante el líder, sellando un empate a cero que tiene aroma de triunfo. A pesar de quedarse con diez jugadores en el minuto quince tras una roja directa recibida por Juan Muñoz, el equipo supo hacer del orden táctico su mejor herramienta en la zaga. El trabajo ininterrumpido de contención sirvió para anular la superioridad numérica de Las Palmas, cuyo asedio, falto de definición, sólo inquietó a los locales en el último tramo de la primera mitad. Los de Imanol Idiákez acumulan tres expulsiones en las tres últimas jornadas, pero no pierden en casa desde el pasado mes de octubre, un equilibrio que los mantiene en el noveno puesto de la tabla clasificatoria.

Los primeros compases transcurrieron con el cuadro local buscando el dominio de la pelota, proponiendo sobre todo por el carril izquierdo, aunque sin llegar a completar una escena que intimidase realmente a los canarios, tal y como se predijo en las mejores apuestas de futbol. Hubo que esperar hasta el minuto siete para que se produjera la primera intervención reseñable: un balón despejado desde el lateral derecho puso a correr a Juan Muñoz, que aprovechó el despiste de la defensa visitante para plantarse solo ante Álvaro Vallés. El portero, impecable en la colocación, acertó a despejar el disparo que, ceñido a la madera, a punto estuvo de estrenar el luminoso.

El aviso provocó el reajuste táctico de los de García Pimienta, sobre todo en la medular, donde el equipo optó por cuidar el esférico a base de circulaciones cortas. Con esta casilla de salida un tanto conservadora, y con el Lega bien plantado en primera línea, apenas logró Las Palmas crear ocasiones en el área rival durante el primer cuarto de hora. Fue en ese momento cuando el choque cambió por completo. El árbitro amonestó con cartulina roja a Juan Muñoz después de que este estampara los tacos de sus botas en el pecho de Vallés. El delantero, en un intento casi acrobático por cazar un balón colgado tras un saque de falta en la medular, estiró la pierna en el aire, ya en el punto de penalti, y se topó de frente con el guardameta. El impacto, aunque involuntario, fue demasiado explícito como para despertar la mínima duda en el colegiado.

Los blanquiazules se quedaron con un hombre menos justo cuando el partido se les empezaba a poner de cara, cuando vieron que las líneas siempre adelantadas de los canarios ofrecían opciones para transitar en espacios decisivos. El Leganés tuvo que dosificar esfuerzos en el plano ofensivo y encomendarse a la resistencia, y eso que la expulsión no motivó precisamente a Las Palmas a la hora de buscar el gol con un empeño más incisivo. Pimienta optó una vez más por hacerse con la posesión, por amasar el juego, por dormir la pelota, siempre a la espera de que llegase la ocasión perfecta en zona sensible. Esta no llegó, a pesar del acoso y derribo. Su equipo tan sólo dispuso de un par de oportunidades claras en este periodo: un disparo lejano de Saúl Coco en el treinta y ocho y un remate altísimo de Pejiño casi en el vértice del área pequeña, ya al filo del descanso. 

El bloque defensivo del Lega estaba dando resultado. Idiákez se atrevió incluso a reforzar la sala de máquinas y puso a Miramón de interior, cuya tarea fue la de propiciar alguna contra en velocidad que permitiera la sorpresa. No hubo suerte, aunque Arnáiz estuvo cerca de poner el 1-0 en el electrónico. El diez, ya en el descuento, puso la directa por la banda derecha tras un despeje en largo, se hizo con la bola, condujo con la oposición constante de Coco y logró fabricarse un zurdazo dentro del área que acabó marchándose muy desviado. En cualquier caso, la acción quedó invalidada por fuera de juego. A esto le siguió la polémica del encuentro, que tuvo lugar en el tercer minuto de añadido. El árbitro volvió a sacar la tarjeta roja, esta vez para expulsar a Jonathan Viera, que acababa de darle una patada por detrás a Dani Raba sin venir a cuento, sin disputa de balón alguna. Tras revisar las imágenes en el VAR, el colegiado rectificó y se decantó por la amarilla, propiciando con ello la indignación y los pitos en Butarque.

Con la reanudación regresó la dinámica de ese ataque más bien tibio que estuvo cosechando el conjunto canario, convencido tal vez de que el gol acabaría llegando sin necesidad de ponerle un punto más de pasión al duelo. Hasta el cincuenta y cinco no volvió a desatarse el partido a favor de Las Palmas; por suerte, Asier Riesgo firmó un paradón en el uno para uno que tuvo Marvin y evitó que los pío-pío se pusieran por delante en el marcador. Pimienta dio entrada a Sandro y Loren para invertir en la dinamita que le estaba faltando, pero el muro madrileño se encargó de achicar espacios una y otra vez, frustrando cada intentona visitante, dejando a Riesgo casi en el juego contemplativo. 

En el setenta pudo marcar Jorge Miramón. Una penetración por el costado izquierdo permitió a Arnaiz llegar casi a la línea de fondo y dejar de cabeza un balón atrás para el lateral zaragozano, cuyo zapatazo próximo al punto de penalti no alcanzó portería tras golpear con un defensor. A los diez minutos, la ocasión fue para Karrikaburu, que controló con la derecha un pase picado dentro del área y remató con la zurda, ya sin fuerzas, para ajustar la pelota al palo. Detuvo sin problemas Álvaro Vallés. El pitido final dejó un reparto de puntos muy peleado por el Leganés, que encontró en el rigor defensivo su mejor cualidad.